Una de las razones por las que el cine de Pedro Almodóvar fue y sigue siendo revolucionario es porque el director siempre se preocupó por desestimar la idea de familia tradicional, demostrando en sus diferentes representaciones, a lo largo de su filmografía, las mil y una posibilidades de armar un clan. "Una familia puede estar compuesta por padres separados, travestis, transexuales y monjas enfermas de sida", le dijo Almodóvar a Ratzinger cuando era Papa, furioso con la idea de que nos impongan una sola forma de familia. Marilyn plasma en blanco y negro el mismo concepto, tan cercano a ese universo de locas jocosas y emociones con ausencia de prejuicios, que Leopoldo, la voz gay que guía esta historia, asiste a una fiesta del director de cine kitsch en la famosa movida madrileña de los años 80. Pero muy lejos de esa juventud, de esos años de búsqueda y encuentro donde usaba portaligas y se ataba los breteles del vestido blanco de Monroe a su peludo cuello, este misterioso personaje irrumpe en la vida de su hijo, Lisandro. Al igual que Manuela, en Todo sobre mi madre, no tiene miedo al rechazo porque no tiene nada que perder. Si algo interesante tiene el dolor intenso es que nos hace creer que ya no puede existir algo que nos destruya, porque eso ya sucedió. Leopoldo y Lisandro se encuentran cara a cara, se conocen al mismo tiempo que nosotros los conocemos a ellos. Tan largo y arduo es el camino para encontrarse que deberún viajar en el tiempo y atravesar gran parte de la historia argentina.
Maia Debowicz.
Guion: Alejandro Farías.
Dibujo: Daniela Kantor.
Editorial: Tren en movimiento.